Defensa y Democracia no se excluyen, se complementan
Norberto E. Garay Boza*
El funcionamiento del poder, el control de los sujetos y su incidencia sobre eso que llamamos Democracia, son algunos puntos que hoy se encuentran en crisis en nuestro país, crisis que ha encontrado cabida en la opinión pública, en nuestras instituciones y en nuestros pensamientos, expansión que debe ser advertida.
El pasado jueves 24 de junio de 2010 se detuvo a una abogada defensora pública, bajo la sospecha de que contrataba a personas fuera de sus casos para que rindieran declaraciones falsas, así, pese a que las noticias que informaron al respecto no indicaron si tales testigos efectivamente declararon de manera falsa, llamó poderosamente la atención el pronto abordaje que la misma prensa le dio al caso, ya que, pese a que los operativos oficiales eran secretos, varios medios de comunicación estaban ahí presentes en el momento preciso en que se detuvo a dicha profesional en leyes, obtuvieron sus fotografías esposada y las hicieron circular por los medios impresos y virtuales respectivos, dejando de lado que la persona investigada no podía ser considerada culpable –principio de inocencia-, pero ante todo enviando un mensaje simbólico al público, según el cual quien defienda a alguien acusado por un delito, podrá ser sujeto de sospechas cuyas repercusiones no serán solo judiciales, sino que serán llevadas al ámbito de la opinión pública, no será tratado como un simple sospechoso, sino que será innecesariamente preso y su cuerpo será utilizado para transmitir una imagen de represión al defensor de una persona investigada por la aparente comisión de un crimen.
¿Cuál sería el objetivo de un abordaje de este tipo y fuerza simbólica? Probablemente el de realizar el último acto posible de la ola de represión que ha plagado a nuestro país en los últimos años, sea éste el de oprimir a quien se atreva a ejercer el Derecho de Defensa. Sin embargo, al realizar este tipo de acciones quizá se no han considerado las implicaciones que tal proceder conlleva para la Democracia, institución cuya ambigüedad no la hace menos fuerte y antes bien deberá ser tutelada.
Vertiginosamente nuestro país ha sido bombardeado por la represión, cada vez se piden más leyes represivas y mano dura, se han creado los Tribunales de Flagrancia para juzgar a los sin techo, cada vez más y más conductas son consideradas delitos, se pide cárcel para personas cada vez cercanas a su infancia, todo bajo la falsa creencia de que esto servirá de algo, aunque la realidad demuestre lo contrario, pese a ello, se sigue promocionando un régimen de violencia expansivo, cediendo hasta los derechos propios, concediendo incluso nuestra imagen para ser constantemente vigilados en nuestra cotidianidad –para febrero de 2010 ya habían 60 cámaras vigilando en la capital y se esperaba aumentarlas a 227-. Este progresivo consentimiento a la represión, secretamente supone también un constante menoscabo a la Democracia
Promover simbólicamente la violación al Derecho de Defensa –o bien su represión-, implica un severo retroceso histórico, olvidar algunas de las enseñanzas de la Revolución Francesa y buscar la involución hacia aquellas épocas donde un sujeto era culpable de cometer un delito con base en la simple sospecha, sin derecho a un debido proceso. Violentar este derecho, significa olvidar todas las luchas sociales que han sido logradas con sangre en procura de reducir poderes caracterizados por el despotismo, valga recordar los suplicios a los que eran sometidos los condenados por la Inquisición, o más recientemente, las desapariciones y muertes de miles de hermanos suramericanos bajo la dictadura argentina desde 1976 hasta 1983, mismos que no tuvieron acceso al Derecho de Defensa, pues una dictadura no podría conciliarse con esta garantía democrática.
En la base misma de la Democracia está el Derecho de Defensa, tal es su entrecruzamiento, que sería impensable un sistema democrático sin esta garantía procesal. Aquello que atente contra el Derecho de Defensa, lo hará también contra la Democracia, borrando de esta última cualquier vestigio de humanismo y acercándola peligrosamente al despotismo, a esa arbitrariedad expansionista que se caracteriza por inventar enemigos, sujetos por eliminar. Este enemigo no será solo el criminal algunas veces fabricado, serán también luchadores por los derechos humanos, instituciones que combaten contra sistemas de opresión, centros educativos que siembran la semilla de la crítica para el mejoramiento del país, en fin, todo aquel y aquella que en su afán por mejorar las condiciones que rodean la vida esté dispuesto y dispuesta a apartar su subjetividad con el fin de fortalecer esa Democracia que los ciudadanos disfrutamos.
En la actualidad, el deber ciudadano de defender a la Democracia, no debe reducirse al ejercicio del sufragio, sino que deberá caracterizarse por la proactividad sociopolítica y por desembarazarse de aquellas ideas que como espinas se han incrustado en nuestros pensamientos. Una de estas ideas tiende a erradicar al Derecho de Defensa como si fuera un obstáculo para la Democracia, cuando la realidad es otra y se basa en su retroalimentación y codependencia, así, antes que excluyentes, se complementan y mantener esta unión deberá ser una importante labor política de cada persona.
El funcionamiento del poder, el control de los sujetos y su incidencia sobre eso que llamamos Democracia, son algunos puntos que hoy se encuentran en crisis en nuestro país, crisis que ha encontrado cabida en la opinión pública, en nuestras instituciones y en nuestros pensamientos, expansión que debe ser advertida.
El pasado jueves 24 de junio de 2010 se detuvo a una abogada defensora pública, bajo la sospecha de que contrataba a personas fuera de sus casos para que rindieran declaraciones falsas, así, pese a que las noticias que informaron al respecto no indicaron si tales testigos efectivamente declararon de manera falsa, llamó poderosamente la atención el pronto abordaje que la misma prensa le dio al caso, ya que, pese a que los operativos oficiales eran secretos, varios medios de comunicación estaban ahí presentes en el momento preciso en que se detuvo a dicha profesional en leyes, obtuvieron sus fotografías esposada y las hicieron circular por los medios impresos y virtuales respectivos, dejando de lado que la persona investigada no podía ser considerada culpable –principio de inocencia-, pero ante todo enviando un mensaje simbólico al público, según el cual quien defienda a alguien acusado por un delito, podrá ser sujeto de sospechas cuyas repercusiones no serán solo judiciales, sino que serán llevadas al ámbito de la opinión pública, no será tratado como un simple sospechoso, sino que será innecesariamente preso y su cuerpo será utilizado para transmitir una imagen de represión al defensor de una persona investigada por la aparente comisión de un crimen.
¿Cuál sería el objetivo de un abordaje de este tipo y fuerza simbólica? Probablemente el de realizar el último acto posible de la ola de represión que ha plagado a nuestro país en los últimos años, sea éste el de oprimir a quien se atreva a ejercer el Derecho de Defensa. Sin embargo, al realizar este tipo de acciones quizá se no han considerado las implicaciones que tal proceder conlleva para la Democracia, institución cuya ambigüedad no la hace menos fuerte y antes bien deberá ser tutelada.
Vertiginosamente nuestro país ha sido bombardeado por la represión, cada vez se piden más leyes represivas y mano dura, se han creado los Tribunales de Flagrancia para juzgar a los sin techo, cada vez más y más conductas son consideradas delitos, se pide cárcel para personas cada vez cercanas a su infancia, todo bajo la falsa creencia de que esto servirá de algo, aunque la realidad demuestre lo contrario, pese a ello, se sigue promocionando un régimen de violencia expansivo, cediendo hasta los derechos propios, concediendo incluso nuestra imagen para ser constantemente vigilados en nuestra cotidianidad –para febrero de 2010 ya habían 60 cámaras vigilando en la capital y se esperaba aumentarlas a 227-. Este progresivo consentimiento a la represión, secretamente supone también un constante menoscabo a la Democracia
Promover simbólicamente la violación al Derecho de Defensa –o bien su represión-, implica un severo retroceso histórico, olvidar algunas de las enseñanzas de la Revolución Francesa y buscar la involución hacia aquellas épocas donde un sujeto era culpable de cometer un delito con base en la simple sospecha, sin derecho a un debido proceso. Violentar este derecho, significa olvidar todas las luchas sociales que han sido logradas con sangre en procura de reducir poderes caracterizados por el despotismo, valga recordar los suplicios a los que eran sometidos los condenados por la Inquisición, o más recientemente, las desapariciones y muertes de miles de hermanos suramericanos bajo la dictadura argentina desde 1976 hasta 1983, mismos que no tuvieron acceso al Derecho de Defensa, pues una dictadura no podría conciliarse con esta garantía democrática.
En la base misma de la Democracia está el Derecho de Defensa, tal es su entrecruzamiento, que sería impensable un sistema democrático sin esta garantía procesal. Aquello que atente contra el Derecho de Defensa, lo hará también contra la Democracia, borrando de esta última cualquier vestigio de humanismo y acercándola peligrosamente al despotismo, a esa arbitrariedad expansionista que se caracteriza por inventar enemigos, sujetos por eliminar. Este enemigo no será solo el criminal algunas veces fabricado, serán también luchadores por los derechos humanos, instituciones que combaten contra sistemas de opresión, centros educativos que siembran la semilla de la crítica para el mejoramiento del país, en fin, todo aquel y aquella que en su afán por mejorar las condiciones que rodean la vida esté dispuesto y dispuesta a apartar su subjetividad con el fin de fortalecer esa Democracia que los ciudadanos disfrutamos.
En la actualidad, el deber ciudadano de defender a la Democracia, no debe reducirse al ejercicio del sufragio, sino que deberá caracterizarse por la proactividad sociopolítica y por desembarazarse de aquellas ideas que como espinas se han incrustado en nuestros pensamientos. Una de estas ideas tiende a erradicar al Derecho de Defensa como si fuera un obstáculo para la Democracia, cuando la realidad es otra y se basa en su retroalimentación y codependencia, así, antes que excluyentes, se complementan y mantener esta unión deberá ser una importante labor política de cada persona.
*Defensor Público
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